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La representación de los milagros o miracles de San Vicente Ferrer

DENOMINACIÓN: REPRESENTACIÓN DE LOS MILAGROS O MILACRES DE SANT VICENT FERRER.

LOCALIZACIÓN: Valencia y los pueblos que representan milagros en la fiesta de San Vicente Ferrer.

La representación de los milagros o milacres de Sant Vicent Ferrer constituyen una joya del teatro español y, en virtud de su pervivencia multisecular y el número de las piezas escritas, son una de las manifestaciones más significativas del teatro valenciano. Son representaciones teatrales infantiles que se escenifican en las calles sobre unos escenarios decorados con temática religiosa y conocidos como altars de Sant Vicent.

La representación teatral de los milacres de Sant Vicent Ferrer se desarrolla durante la víspera, la fiesta del santo y días próximos (coincidiendo con el segundo lunes de Pascua).

Los milagros o miracles de Sant Vicent Ferrer, conocidos popularmente por su nombre en lengua valenciana, son representaciones teatrales infantiles, obritas dramáticas, que se escenifican en la calle sobre unos escenarios decorados con temática religiosa y conocidos como altares de San Vicente, que pasaron de lo meramente plástico a constituirse en escenarios genuinamente dramáticos.

Tales representaciones, que se realizan durante las fiestas patronales de San Vicente Ferrer, son interpretadas únicamente por niños y niñas, vestidos con ropas de época, y tienen como texto piececillas cuyo núcleo argumental está relacionado con algún milagro atribuido al santo. Los milagros, tal como ahora los vemos, son auténtico teatro, tanto por su estructura literaria como por su desarrollo como espectáculo.

Quedan relacionados con aquellas actividades teatrales o parateatrales que se han tomado como antecedentes del teatro infantil en Europa. Pero mientras las citadas manifestaciones predramáticas han desaparecido ya, o tan solo en raros casos perduran bajo las formas originales, los milagros son un hecho cultural vivo con arraigo popular, dentro del panorama del teatro infantil español y del teatro en general, tanto por su pervivencia como por el número de piezas.

Entorno al hecho milagroso, y sobre todo precediéndolo, se teje una trama más o menos cómica, con aportaciones costumbristas y elementos de suave crítica. La puesta en escena del pasaje que narra el texto exige la presencia de personajes secundarios no directamente implicados en la anécdota nuclear del milagro, pero necesarios para el desarrollo dramático del conjunto. Su carácter infantil está avalado por la ingenuidad de los textos y de los planteamientos dramáticos, así como por su interpretación siempre y exclusivamente a cargo de niños. Anteriormente, la interpretación corría únicamente a cargo de los huérfanos acogidos en el Colegio Imperial de los Niños de San Vicente Ferrer, que acudían a los distintos altares a desempeñar su misión, pero el carácter popular de la fiesta y su gran vitalidad hizo que fuesen los muchachos de cada uno de los barrios en donde se levantaba el altar los que se encargasen de la representación del milacre escrito o elegido para ellos.

La característica sencillez escenográfica de los milagros tiene su correspondencia en la simplicidad estructural de la mayoría de estas piezas, en las que era bastante habitual la existencia de un inicio en forma de introito a cargo de algunos de los personajes de la obra en forma monologal, con un contenido capaz de situar al espectador en la época, el lugar y las circunstancias en las que se iba a desarrollar la acción, o enriquecido con alusiones a temas de actualidad o con notas satíricas.

El milacre vicentino incorporara la figura del fraile motiló o hermano lego que acompaña a San Vicente Ferrer y que tiene unas características en todo contrarias a este, como hombre poco sufrido, glotón y materialista, en contraste con la espiritualidad del personaje central. Verdaderamente el motiló es, sin duda, el más popular, aparte del santo, de todos los personajes, y constituye una prueba inequívoca del barroquismo de los milagros, cuyas raíces las podemos encontrar en la figura del bobo o gracioso heredado del teatro barroco y presente en el teatro castellano del Siglo de Oro, o, más exactamente, en la del gracioso de las comedias de santos, donde acostumbra ser un miembro de la misma orden del santo.

Los personajes femeninos, por la circunstancia de correr la representación a cargo de varones, aparecían poco y un tanto desdibujados, aunque no siempre sucedió así en el pasado, a juzgar por el testimonio de los bultos de San Esteban. En efecto, aunque en los misterios del Corpus, siguiendo el ejemplo del teatro religioso medieval, no intervenían mujeres, en el caso de los milagros la presencia femenina parece asegurada. No sería nada sorprendente la presencia de niñas desde los tiempos más remotos, habida cuenta de que en el Colegio Imperial de Huérfanos de San Vicente Ferrer se acogen indistintamente infantes de ambos sexos; y en lo que conocemos más directamente del siglo XIX, entre los niños intérpretes, cuando el papel lo requiere, entran también las niñas. Una de las claves de la vitalidad de los milagros es la correcta selección y preparación de los actores que ha venido dándose a través de los tiempos.

Desde el comienzo de la escenificación de los milagros, en aquellos primeros escenarios callejeros, se configura la asociación de un tablado escenográfico simple con un elemento vertical expositivo y ornamental donde se sitúa la imagen presidencial de San Vicente Ferrer. Las condiciones técnicas de los altares-escenario (altars o cadafals) son desde el principio bien simples y elementales estructuralmente, carecen de techado y tienen como fondo o espalda un retablo, clásicamente de estilo academicista o neogótico, que puede incluir lienzos u otros elementos de cierta antigüedad y valor, y que están presididos por la imagen titular del santo. En realidad, el nombre valenciano que se aplicaba era el de cadafal o carafal.

Estos altares vicentinos han experimentado notables y sucesivas transformaciones hasta llegar a su forma actual. Corrientemente se levantan adosados a los muros de un templo o un templete, en lugares tradicionalmente elegidos en el corazón del barrio o en la plaza de la iglesia parroquial de la población, quedan exentos por el frente y ambos lados, y se dotan de pequeñas escaleritas de acceso desde el nivel de la calle. Como fondo, un conjunto ornamental en forma de tapiz de telas y adornos o un retablo hecho de madera, o bien confeccionado de manera mixta con ambos materiales. En su centro y en alto, como sucede en la actualidad, sobre una ménsula central alta o en el interior de una pequeña hornacina, se sitúa la imagen del santo para que presida los festejos vicentinos callejeros, tanto los de carácter litúrgico como los de naturaleza lúdica y profana que se desarrollarán en el barrio, nacidos, al igual que antaño, como apéndice de los estrictamente religiosos, propios de la celebración vicentina. No faltan en el tapiz o retablo de fondo dos aberturas para la entrada y salida de los niños del elenco teatral. El estilo decorativo de los altares está restringido a seis tipologías que responden al de montaje efímero y ya nombrado como de florero, al neogótico, al neobarroco, al academicista, al modernista y al vernacular. Los seis tipos se vienen repitiendo a lo largo del periodo de los ciento sesenta años que permiten estudiar los grabados y las imágenes fotográficas de las que se dispone. Los altares vicentinos de los barrios de la capital y del resto de poblaciones donde se representan los milacres, se desmontan al acabar las fiestas y son guardados durante todo el año, a excepción de los días en que se celebran las fiestas vicentinas.

Por lo que respecta a la indumentaria, el niño que representa a Sant Vicent Ferrer viste de dominico y el resto de personajes visten adecuados al momento histórico.

LEGISLACIÓN Y RECURSOS

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  • DECRETO 43/2015, de 10 de abril, del Consell, por el que se declara Bien de Interés Cultural Inmaterial la representación de los milagros o milacres de Sant Vicent Ferrer Nueva ventana
  • Comunidades portadoras:

- Protagonistas principales: niños y niñas que no hayan cumplido quince años y que formen parte de cada grupo dedicado a la realización de las representaciones, asociado por barrios, calles o plazas.

FONDOS BIBLIOGRÁFICOS

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