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Hilado tradicional del esparto

DENOMINACIÓN

  • Hilado tradicional del esparto

LOCALIZACIÓN

  • Si bien durante muchos años era una actividad productiva desarrollada fundamentalmente en la Comarca de las Vegas, al sureste de la Comunidad de Madrid, en una zona semiárida colmada de atochares y albardinales, en la actualidad sigue manifestándose principalmente en los municipios de Colmenar de Oreja y Villarejo de Salvanés.
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El bien inmaterial objeto de declaración es el Hilado Tradicional del Esparto, una técnica artesanal tradicional que consiste en el trabajo de las fibras de esparto de forma manual, o con ayuda de mecanismos manuales, para la obtención de hilos, niñuelos o filetes a partir de los cuales formar diferentes productos de cordelería que han sido usados en diferentes actividades económicas y constructivas en la región. Se enmarca dentro de la Cultura del Esparto, Manifestación Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial que pertenece al ámbito de la artesanía tradicional e implica el aprovechamiento de las materias primas que ofrece el entorno natural para la producción de bienes con los que resolver las necesidades materiales básicas. En este caso, la fibra de esparto se extrae de dos plantas diferentes: la atocha (esparto fino) y el albardín (esparto basto). De acuerdo con la demanda y la capacidad de producción, el hilado tradicional del esparto se desarrolla de forma únicamente manual o con la ayuda de mecanismos de fuerza manual.

El arte manual del hilado del esparto comienza con la preparación de la fibra. Para ello, tras su recolección, se debe machacar con una maza el manojo de esparto, golpeándolo sobre una lancha de piedra. Tras esto, se humedece un poco el manojo y se coloca debajo del brazo, se extraen algunas fibras, se paralelizan y se doblan por la mitad en la palma de la misma mano. A continuación, se empiezan a torcer las dos vetas resultantes, una sobre otra, frotándolas con la palma de la otra mano. Repitiendo el movimiento, se van enroscando juntas las dos vetas, guiándolas con los dedos pulgares, entre la base de las palmas. Cuando falta fibra en una veta, se le van añadiendo nuevas hojas, tal cual, sin nudo. El cordón que se va formando recibe el nombre de niñuelo, Según el niñuelo va aumentando de longitud, se tensa, sujetándolo, primero entre las piernas, luego con un pie y, después, atándolo a una aldaba, una reja, o cualquier otro tipo de enganche. Poniendo más o menos fibra en cada veta se obtienen niñuelos de distintos grosores; pueden ser de una, dos, o tres hojas por veta (siendo éstos últimos los más corrientes). Para evitar dañarse las manos con el frotado continuado se utiliza una badana de protección metida en el dedo anular y atada a la muñeca.

Etapas previas al hilado son la recolección del esparto, su cocción en pozas de agua durante un mes, secado, machacado con mazos y rastrillado con peines de púas. La hoy desaparecida técnica del hilado empleando esparto crudo obviaba las etapas de cocido, picado y rastrillado. Una vez rastrillado y horas antes de hilarlo, el esparto se humedece para ablandarlo. Para el hilado manual industrial se utiliza una rueda de hilar, que acciona un operario o menador, mientras otros dos se ocupan de las fibras.

El arte semimanual de hilar el esparto, su técnica más evolucionada, es fruto de la especialización en las distintas etapas de producción necesarias para obtener el hilado deseado. Los hiladores se colocan el esparto rastrillado sobre el pecho, sosteniéndolo con un arnés de cuerda a modo de tirantes. Formando entre los dedos el inicio de un hilo, lo enganchan a una de las garruchas de la rueda, y dan orden al menador de girarla. Caminando de espaldas, van sacando fibra poco a poco con la mano izquierda soltando la hebra con la derecha, a la vez que modula su grosor con la ayuda de una badana de cuero o un paño grueso alquitranado. A medida que van reculando, los hiladores van apoyando el hilo en unas de madera en forma de T llamadas alzas, para que quede limpio, evitando que se arrastre por el suelo. Van retrocediendo las fibras así hasta llegar al final de la “carrera”, que mide generalmente unos 46 metros (55 varas). Se denomina filástica al hilo obtenido.

A continuación, para obtener un filete, se han de corchar juntas las dos filásticas obtenidas, recorriendo el camino inverso hacía la rueda. Para ello, uno de los hiladores empalma su filástica con la de su compañero y las tensa ligeramente. El segundo aprovecha la maniobra para engancharle un ferrete y, seguidamente, el primero inserta las dos filásticas en las canaletas de una gabia. Se da entonces la orden al menador de hacer girar la rueda. A medida que van torciéndose cada filástica, el primer hilador desliza la gabia hacia la rueda, enroscando así las dos filásticas juntas. Una vez corchadas por entero, saca la gabia y suelta el filete obtenido. Para acabar, lo inmoviliza, lo bruñe con un trozo de soga, y lo desata.

Además de los filetes y niñuelos, son productos resultantes del hilado tradicional del esparto sogas, maromas y estropajos.

LEGISLACIÓN Y RECURSOS

COMUNIDADES PORTADORAS

Las comunidades y grupos sociales madrileños directamente relacionados con la conservación y transmisión de los conocimientos inherentes al hilado del esparto son muy pocos: una docena de ex hiladores y trabajadoras afines a la industria manual en Villarejo de Salvanés, media docena de ex hiladoras vinculadas con el barrio de la Espartería en Colmenar de Oreja, y Juan Antonio Sánchez, que sigue comercializando cordelería de esparto en la espartería que fundó en 1927 su abuelo en Madrid.

Los grupos sociales que se vinculan con él no se limitan a los últimos portadores de conocimientos que sepan hilar, sino que abarca a amplios sectores de la población local que sienten que el hilado del esparto ha sido para ellos una importante y muy representativa fuente de riqueza y que, a pesar de que este medio de vida ya pertenece al pasado, les sigue representando.

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